El periodista de «La pluma de Dumbo», convencido desde joven de que algún día sería un gran escritor, escucha un comentario cáustico de su hijo sobre la gran novela que nunca llega; en «Inodoro», un electricista se queda dormido en la casa vacía donde está trabajando, y, cuando despierta, una chica de voz seductora lo llama desde el lavabo; Drake, el joven basurero abandonado por su mujer de «Ultraje» convierte por una noche el camión de la basura en un barco pirata. Y en «Extinción del dálmata» y «La muerte del autor» se cuentan los irónicos, terribles grandes finales de dos hombres, de dos antiguas lenguas que se extinguen con ellos.Pero en Hipotermia hay mucho más. Porque en este libro, entre relatos cerrados, apretados, redondos, que se anillan unos con otros y al hacerlo se resignifican, hay tres novelas reducidas a sus momentos climáticos: la del escritor de libros de autoayuda que, corrompido por las disciplinas que predica, destruye su universo emocional y acaba como profesor en Boston, el infierno; la del ejecutivo del Banco Mundial que de tanto fingir que es otro ya sólo puede percibir la realidad